Una mujer de 41 años llegó a mi consulta triste, abatida y muy cansada. Tiene hijos adolescentes, está divorciada y un trabajo muy demandante, esto le costaba la vida familiar, pues llegaba muy cansada solo a organizar la vida del día siguiente, sin poder tener un tiempo de comunicación con sus hijos. Dijo que sentía una sensación de impotencia y una soledad indescriptible, fue a terapia psicológica y psiquiátrica y le recetaron antidepresivos, los cuales le habían ayudado bastante, sin embargo sentía que su mente y sus emociones no estaban conectadas y necesitaba sentir que podía superar este estado. Hicimos varias sesiones de reiki, esto la ayudó a ver el mundo y su vida desde otra perspectiva, se dio cuenta que tenía personas en su vida en las cuales se podía apoyar como sus padres y que sus hijos a parte de amarla se podían organizar y apoyarla en esta travesía complicada que es la vida. Con el tiempo aprendió a disfrutar la vida y a las personas que la quieren incondicionalmente.